Novena en sufragio de las Almas del Purgatorio

Día 8

MEDITACIÓN DIA OCTAVO

Cómo recompensará el Señor a los devotos de las benditas Ánimas

Punto Primero.-Supongamos que, movidos por estas meditaciones, hacemos una sincera y completa confesión, y ganan­do la indulgencia plenaria de este santo novenario, sacamos un alma del Purgatorio.

¡Qué grande será nuestra dicha! Si perseveramos, ¡qué gran retribución recibiremos en el cielo! Si los reyes de la tierra, siendo miserables mor­tales, recompensan con tanta generosidad al que libra a uno de sus súbditos de un gran peligro, o expone su vida sirviendo genero­samente a los apestados, ¿Cómo será el premio que dará el Señor al que libre a una o más al­mas de las llamas del Purgatorio?

Hagamos esta comparación: Padres y madres, si un hijo de ustedes cayese en un río o en un fuego, y alguien lo rescatara y se los devolviese vivo, ¿Cómo lo agradecerían? Si ustedes fueran ricos y potentados, y esa persona fuera po­bre, ¿Cómo lo premiarían?

Ahora bien: ¿Qué comparación puede haber entre el cariño del padre más amoroso con el amor que Dios profesa a aquellas almas, que son sus hijas amadas? ¿Qué son to­dos los peligros y males de este mundo, comparados con las penas del Purgatorio? ¿Y qué comparación puede haber entre el po­der y la generosidad de un misera­ble mortal y el poder y la generosidad infinitos de Dios, que promete un inmenso premio de gloria por la visita hecha a un preso, a un en­fermo, o por un vaso de agua dado a un pobre por su amor?

¡Cristianos! No dudemos decir que se ve como asegurada nuestra salva­ción, si logramos sacar una sola alma del Purgatorio. Sabiendo esto, ¿no haremos lo po­sible para lograrlo?

Punto Segundo. – No pensemos que estas sean sólo unas refle­xiones piadosas; es una promesa for­mal de Jesucristo, Verdad Eterna, que no puede faltar a su palabra. ¿No nos dice en el sagrado Evangelio: Bienaventurados los miseri­cordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia? Fundado en estas pa­labras infalibles, dice San Gregorio: «Yo no sé que se haya condenado ninguno que haya usado de misericordia con el prójimo».

Dios quiere mucho a las almas; todo cuanto se hace por ellas, lo mira, agradece y premia como si a El mismo se le hiciera; En verdad os digo que todo cuanto habéis hecho con uno de esos pe­queños hermanos míos, lo habéis hecho conmigo. Qué dichosos somos los cristianos; si socorremos a las pobres Ánimas del Purgatorio, un día nos dirá nuestro generosísimo Juez: “venid, benditos de mi Padre. Aquellas pobres almas tenían hambre, y vosotros comul­gando las habéis alimentado con el pan de vida de mi sacratísimo Cuer­po; morían de sed, y asistiendo o ha­ciendo celebrar misas, les habéis dado a beber mi Sangre preciosísi­ma; estaban desnudas, y con vues­tras oraciones y sufragios las ha­béis vestido con una estola de in­mortalidad; gemían en la más tris­te prisión, y con vuestros méritos e indulgencias las habéis sacado de ella”.

«Y no es precisamente a las Áni­mas a quienes habéis hecho estos favores; a Mí me los habéis hecho: Conmigo lo hicisteis: pues todo cuanto hi­cisteis por ellas, Yo lo miro por tan propio como si lo hubieseis hecho por Mí mismo. Por tanto, ve­nid, benditos de mi Padre, a recibir la corona de gloria que os está preparada en el cielo».

¿No quisiéramos, cristianos, lo­grar semejante dicha? Está en nuestras manos.

Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conse­guir en esta novena.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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